Traducción de fragmentos de Al-Tanki. Tras los pasos de una mujer iraquí, de Alia Mamduh

Mamduh, Alia (2022). Al-Tanki. Tras las huellas de una mujer iraquí (traducido del árabe por Ignacio Gutiérrez de Terán). Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.

 

Fragmentos

«Ahora es usted, señor Samim, quien traduce la biografía de esa señorita. La escribe sin ni siquiera estar seguro de qué pasó con su lenta desaparición, que también anunció la nuestra. En el fondo, esta es una de las inconveniencias de escribir libros y manuscritos: tan pronto como surge una senda, empieza a brotar una línea de agua que se convierte en un charco, y después en un arroyo que deriva en un río poderoso como el Tigris que, encargándose del resto, toma prestados algunos personajes y los devora o aísla a otros, cambiando así sus vidas… Sí, Doctor, a mí y al resto nos aterra lo que sucedió y está sucediendo, pero ya no depende de mí la autoría de este relato, ni siquiera puedo decir que me alegre la idea. Más bien al contrario, todo este recuento de pérdidas y derrotas se ha convertido en un auténtico suplicio. El acto de escribir se ha convertido en un enemigo a cuyo autoritarismo y rigor todavía no me he sometido […].

El horror y las explosiones que iluminaron los cielos desde los años ochenta hasta hoy me exigen cuidar mi salud física y mental. Llevo años sin salir de Bagdad, llevando a límites extremos la capacidad del ser humano de soportar la vulgaridad y la absurdez que supone permanecer en una ciudad en este estado de destrucción.»

 

 

 

Bibi, la elocuente

«Mi madre, Bibi, amaba a Ayyub más que Mujtar. Aunque ella lo aborrezca a mi me encanta su nombre. A mi hermano lo secuestraron – ¿cómo es posible secuestrar a un hombre de su edad? – y tuvimos que vender algunas propiedades habices para conseguir los dólares del rescate. Pero él nunca regresó. Y ella se quedó sola, sin poder asimilarlo, mientras nosotros veíamos el final de la ciudad, al igual que ella veía el final de Ayyub. Un día tras otro repetía en la reunión en casa de Samin:

-No, a lo mejor se casó con otra, sin repudiar a Makkiya… Samin, hijo, respóndeme, ¿dónde puede estar? este tarado de Mujtar no sabe hacer otra cosa que ir a los bares y tugurios.

Ella soltaba esto así, sin pestañear, delante de mí, su hijo que sí estaba con ella y se podía sentir ofendido.

– Déjalo estar, Ṣamīm, allí, se habrá ido. No le digamos a Makiyya, no es más que una estúpida. Pero Ayyub … bien, digamos que lo secuestraron, ¿dónde está el cadáver de mi hijo? ¿eh? Apenas puedo caminar, este bastón no me sirve y me paso el día sentada en las piedras de la calle esperando. Quizás el Señor de los Mundos tenga piedad de nosotros… la policía de al-Kariat no sabe nada. Y digo yo, si mi hijo hubiese pasado a mejor vida…, ¿Dónde está el cadáver? Solo dime, Ṣamim, hijo mío, ¡dónde! para que al menos lo enterremos y recemos por él. ¡Ay, Dios mío! me refugio en ti, ¡líbrame de pensar y decir cosas tan terribles…!»

 

Traducción de Fatima Z. Salhi